Berlín

8/10/2023

Tanto la ruta de largo recorrido que hice en bicicleta hace unos días como este viaje a Berlín ha sido planeado sin planificación alguna y, lo que es más importante, sin ninguna expectativa. He viajado a Berlín para visitar a una muy buena amiga mía que allí vive. Si has leído la crónica de mi peregrinación por Europa te sonará el nombre de Sabrina; efectivamente he ido a visitar a Sabrina a Berlín.

Hacía mucho tiempo que quería visitar Berlín o Alemania por muchas razones pero he tenido que esperar a este año para que se alineasen todos los astros. En cierta manera puedo decir que ya he visitado las principales capitales europeas: Londres, Bruselas, París, Berlín, Roma, Madrid y Lisboa. Para alguien de mi edad y con el desarrollo vital que he tenido no es una gran hazaña ni mucho menos pero es algo de lo que me siento orgulloso igualmente. Europa es un lugar muy interesante de visitar para cualquier persona del mundo y yo, que soy europeo, puedo decir que he hecho mis deberes como buen europeo, que no es ni más ni menos que darme un paseo por Europa conociendo su historia y sus gentes.

Berlín me ha parecido una ciudad normal sin nada reseñable a nivel de arquitectura, más allá de la evidente elegancia y buen hacer constructivo de algunos de sus barrios. Lo que si me ha gustado muchísimo han sido sus enormes parques con grandes arboles donde es fácil sentirse en medio de la naturaleza sin tener que salir de la ciudad. La ciudad fue prácticamente destruida en la Segunda Guerra Mundial e incluso hoy es muy difícil hacerse una idea del urbanismo que siguieron la Alemania del este y del oeste más allá de los edificios claramente soviéticos que se pueden observar en Alexanderplatz, que son muy espectaculares, todo hay que decirlo. Cerca de Alexanderplatz se encuentra lo que dicen ser el antiguo centro histórico de la ciudad pero no estoy seguro que los pocos edificios que allí se hallan sean anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Ese supuesto centro histórico es una especie de alucinación arquitectónica en medio de un Berlín moderno.

El barrio donde me he movido con Sabrina ha sido Pankow, cuyo nombre le viene dado por el río que lo cruza. En este barrio escasamente se observa una inmigración multicultural más allá de la propiamente europea difícilmente distinguible. Buen susto me llevé cuando Sabrina me llevó al barrio de Wedding con el objetivo de visitar el Remise Berlín (Una suerte de garaje compra-venta de automóviles clásicos). Este barrio olía a delincuencia por los cuatro costados, gracias a Dios Sabrina me dijo que durante el día era de lo más tranquilo. Sería bastante pesado andar describiendo aquí todo lo que vi en Berlín, que fue mucho, pues lo que más me gustó de Berlín fue la compañía de Sabrina y los geniales platos de comida alemana que me preparó para mí. Unicamente me detendré en dos actividades que disfruté como un enano. La ruta ciclista que hicimos fuera de Berlín y cuando asistí a una misa ortodoxa rusa.

Si una cosa tenemos en común Sabrina y yo es el gusto por la aventura deportiva. Se puede gustar de la aventura sin mucho ejercicio pero a ella y a mí nos gusta esforzarnos cuando viajamos. Esto último supone mover el culo y caminar mucho. Muchos días dentro de Berlín hemos caminado de media 15 kilómetros, lo que ya es una cifra más que considerable.

Pero la joya de la corona se la tenemos que agradecer a uno de los amigos de Sabrina que muy amablemente nos dejó una bicicleta de gravel para usarla a voluntad. Ni cortos ni perezosos nos planteamos una ruta que consistió en salir de Berlin en dirección sur-este hacia una zona llena de grandes extensiones de bosques y unos lagos no menos grandes. Ni que decir tiene que yo me quedé boquiabierto, no solo por los extensos bosques sino por la excelente infraestructura que los alrededores de Berlín cuenta para las bicicletas. No exagero si digo que anduvimos decenas de kilometros a través de una pista de asfalto perfectamente asentada atravesando enormes bosques. Si alguna vez tuvimos que salirnos de estos carriles bici fue para circular por carreteras con una especie de carril bici anexo con la máxima seguridad, orden y limpieza posible; estos alemanes son para admirar. Lo más gracioso de esto es que el camping al que fuimos en medio de la naturaleza únicamente nos costó 20 euros entre los dos por día para alquilar una caravana; no me olvidaré en mi vida lo bien que nos lo hemos pasado en este viaje en bicicleta.

Por si esto fuera poco después de dos días decidimos irnos directamente hasta Potsdam donde habíamos reservado una habitación a un precio irrisorio de 70 euros para los dos ¿Qué más se puede pedir?. Potsdam es una especie de población anexa a Berlín donde se puede disfrutar de su arquitectura, un gran palacio y un barrio holandés precioso. Cuando entramos en Potsdam al atardecer me daba la impresión de que todo eso era soberbiamente bonito y limpio; la mañana del día siguiente ya me pareció más normal, hay que ver lo que hace el ejercicio físico, lo ves todo más bonito. Bien es cierto que Potsdam es un lugar bastante adinerado según me dijo Sabrina, donde gente famosa y poderosa gusta de tener una vivienda.

El día siguiente ya teníamos que volver a Berlín y entre nuestros planes estaba el de visitar el parque de atracciones Karls. Este es un parque de atracciones dedicado exclusivamente a las fresas y el entorno agrícola. Ya me había avisado Sabrina que era una auténtica locura y efectivamente eso es lo que pareció cuando allí llegamos después de una extenuante jornada en bicicleta donde Sabrina sufrió más de lo recomendable. Para definir un lugar como Karls por medio de la escritura es necesario un talento del que yo no hago gala. Unicamente diré que es la obsesión y el ultraconsumismo llevado a su máxima expresión. Obviamente es un lugar muy recomendable para ir porque es divertido ver aquella locura llena de fresas; recomiendo encarecidamente a cualquier persona que vaya a Berlín que visite este lugar.

Pero lo más interesante de ese día fue la combinación senso-intelectual entre este lugar de locura ultraconsumista con la misa ortodoxa rusa a la que asistí una hora antes. En realidad los dos lugares tenían en común el hecho de que eran exageraciones infinitas en el aspecto estético. Acabé en la misa ortodoxa por pura casualidad. Sabrina y yo nos dirigíamos a Karls cuando al pasar por lo que parecía ser un barrio por medio el bosque con casas de madera de inspiración rusa pudimos observar que había un cartel que anunciaba la proximidad de una iglesia ortodoxa. Yo, que soy tan curioso, no podía permitirme el lujo de saltarme esa oportunidad de ver la iglesia. Quien me iba a decir a mí que iba a asistir a una misa ortodoxa rusa en su totalidad. Juro que casi salgo de allí convertido a ortodoxo si no fuese porque después acabamos en Karls y se me bajaron los humos. Todavía conservo conmigo el vivo recuerdo de esa misa llena de una fuerza espiritual extraordinaria. Doy gracias al destino por poder haber asistido a ese evento religioso.

Estar en Alemania y no visitar las ruinas de un Campo de Concentración o estar en Berlín y no visitar los restos del Muro de Berlín es quedarse a medias y a mi no me gustan las medias tintas así que todo eso también lo vi y he de decir que el Campo de Concentración me produjo una honda impresión y un fenómeno físico de inexplicable cansancio que, por los comentarios de personas a las que se lo he contado, parece ser que no he sido el único en sufrir ese estado de agotamiento. ¿Es posible que las energías de sufrimiento humano se puedan quedar suspendidas en el tiempo? Es brutal lo que los humanos somos capaces de hacernos entre nosotros.

Si tuviese que catalogar mis viajes fuera de mi ciudad en una lista, este viaje a Berlín estaría entre el top 3 sin ninguna duda, tanto por la compañía como por aquellos lugares que visité. Gracias a Sabrina por ser la mejor anfitriona posible y una guía de viaje excepcional. No creo que yo pueda ofrecerla una experiencia en mi ciudad comparable a la que ella me ha regalado en Berlín. ¡¡Gracias!!