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23/11/2022-19/12/2022

Caminha/Lisboa

Ha llegado el día en que me tengo que enfrentar a relatar el tramo de la peregrinación desde Vigo hasta Lisboa. En realidad han pasado casi exactamente dos meses desde que dejé Lisboa pero sentía que tenía que al menos dejar algo por escrito de esta parte que ha sido, contra todo pronóstico, la guinda del pastel. Voy a procurar mantener el estilo de redacción que he venido haciendo hasta ahora aunque sea un poco difícil, pues con la lejanía que suponen dos meses desde que dejé Lisboa hace que se pierda la frescura del tiempo presente. Pero mientras escribo estas lineas me doy cuenta que precisamente lo puedo escribir desde la frescura del presente actual y no el de hace dos meses. Sin más dilación diré que cuando planeé esta peregrinación consideraba que básicamente iba a caminar desde Roma a Santiago y que si iba más lejos no sería más que un apéndice a modo de edificio anexo de escaso valor añadido a la obra principal. Quién me iba a decir a mí que este tramo desde Santiago a Lisboa iba a dotar a La Peregrinación de un valor incalculable y que el broche final iba a estar precisamente en ese anexo. Sabrina es un nombre pero hace referencia a dos aspectos. El primero es el de una persona llamada Sabrina que conocí en el albergue de Arrés (Aragón), alemana de nacimiento pero de alma viajera. El segundo aspecto es que la palabra Sabrina se ha quedado grabada a fuego en mi mente en lo que ha sido uno de los procesos más intensos de autoconocimiento que he vivido en mi vida. No exagero si digo que la combinación de su presencia y su conversación junto con los paisajes y pueblos que hemos caminado han supuesto un choque nervioso en mi del que he tardado no poco en recuperarme.

Desde Santiago hasta Lisboa he compartido con Sabrina las veinticuatro horas del día de los siete días a la semana en algo más de un mes. En todo este tiempo hemos vivido intensamente en todos los aspectos posibles, desde los momentos más maravillosos que creía que no iba a volver a vivir en mi vida hasta otros que me gustaría olvidar como es obvio. Cuando se dice que dos personas han hecho El Camino de Santiago juntas nadie en su sano juicio pensaría que nos estamos refiriendo a dos personas caminando en dirección contraria en invierno sin ninguna compañía más, enfrentando jornadas agotadoras nocturnas de hasta cuatro horas en la oscuridad caminando por el arcén de una carretera nacional. Las horas de sol han sido tan escasas y nuestra incapacidad de levantarnos temprano tan abrumadora que poco más nos quedaba que caminar por la noche la mayor parte de los días. A esto hay que sumar que no pocos días nos entreteníamos en cualquier cafetería diseccionando nuestras almas hasta que hacía daño. Nuestras conversaciones han sido habitualmente tan intensas y profundas que este mes ha sido más fructífero que lo que habría sido toda una vida yendo a psicólogos. ¿Cómo podría agradecer a Sabrina todo esta asistencia para bajar a lo más profundo de mi ser?. Siento que todas las palabras que aquí escriba son pocas para expresar con claridad este mes y que si quisiese hacer justicia tendría que haber relatado día a día todo lo que se me pasaba por la cabeza y eso ha sido algo que no estaba dispuesto a hacer porque aún me queda pudor. Una cosa es escribir cosas más o menos confesables, pero ¿dónde queda todo aquello que ni siquiera nos atrevemos a decir en una conversación privada?, no esperes encontrarlo aquí.

Otro gran aspecto que he vivido con intensidad este mes ha sido el gastronómico. Sabrina y yo nos hemos hartado de comer hasta la saciedad todo tipo de comidas, aunque las principales han sido dulces de todo tipo, mantequilla, pan, chorizo y ajo en cantidades industriales. Sí, has leído bien, hemos comido ajo crudo en cantidades industriales, más o menos del orden de una cabeza de ajo cada día. Sabrina viene de una familia que adora el ajo así que lo que para muchos habría sido un problema para nosotros fue una bendición. Comer seis dientes de ajo crudo cada día no está al alcance de cualquiera, pero sí de nosotros. El ajo crudo hace que cualquier comida se convierta en una absoluta maravilla y además es antiinflamatorio y antibacteriano. También hemos abusado de los dulces probando todos aquellos que mejor aspecto tenían en todas y cada una de las cafeterías que nos encontrábamos, una verdadera locura. Cuando caminas unos treinta kilómetros cada día puedes llegar a comer cualquier cosa que te propongas que no vas a engordar, lo juro. Recuerdo que muchas veces hacíamos la compra en los supermercados a cinco kilómetros de llegar al alojamiento y, ni cortos ni perezosos, cargábamos con las bolsas por los caminos en medio de la noche, suena surrealista y lo sé. Pero aún era más espectacular vernos montar una cena con todo lujo en un cuatro privado de un hostal en medio de un pueblo cualquiera, sin nada más que nuestra compañía y un apetito voraz. Como es fácil de suponer, entre ducharnos, hablar y cenar, raro era el día que no nos íbamos a la cama a las dos de la noche.

Otro de los factores clave de esta peregrinación hasta Lisboa ha sido la confianza que Sabrina ha depositado en mí. Puede parecer que la labor de Sabrina en la navegación y planificación de etapas ha sido simplemente auxiliar pero verlo de esta manera sería cometer un juicio precisamente de principiante. Lo cierto es que esencialmente he sido yo el que ha marcado el ritmo y diseñado las rutas pero todo esto no habría sido posible sin su colaboración. Sabrina nunca había hecho una ruta de este tipo antes de Santiago, pues su peregrinación hasta Santiago no dejaba de ser un paseo bien marcado con buen tiempo, compañía y básicamente en horas diurnas. Lo más razonable es que alguien con esta experiencia hubiese tenido dudas ante lo desconocido y más de una vez sentido que desfallecía, culpando al compañero de fatigas y luchando por liderar el equipo. Desde la corta pero intensa experiencia en caminar que tengo estoy convencido que cualquier tipo de “insurrección” habría sido un error. Por el contrario ella siempre se mostró comprensiva con mis errores y llena de una fortaleza de ánimo ante las adversidades más propias de un caminante experimentado. En realidad, su voluntad de cederme el protagonismo ha sido una decisión profundamente inteligente y digna de admiración. Todo esto sin contar la cantidad de veces que tuve en cuenta sus opiniones, que no fueron pocas y siempre resultaron muy acertadas. Lo cierto es que hemos sido un equipo con un altísimo rendimiento y tengo mis serias dudas que alguien más fuese capaz de seguir mi ritmo. Hay que tener en cuenta que al menos la mitad de los días hemos caminado por la noche tres horas de media por caminos, pueblos, carreteras nacionales e incluso senderos encharcados (que más bien parecían ríos). Obviamente muchas otras decisiones las hemos tomado conjuntamente o directamente ha sido ella a liderar. Uno de los aspectos que ha liderado ella han sido las cenas. Parece un tema de poca importancia pero hay que tener en cuenta que ha sido nuestra principal comida del día y si por mí fuese me habría hecho mi típica sopa de lentejas. Gracias a Sabrina hemos cenado todos los días algo nutritivo, sabroso y siempre diferente. Es en este aspecto culinario que siempre he cedido porque he considerado que ella era más apta para gestionar mejor una buena y rica alimentación con el cansancio típico de los finales de etapa.

Respecto a la equipación creo que ya comenté anteriormente que hice un cambio de botas en Pontevedra porque mis botas Bestard hacían agua por todos los lados y con mucha pena tuve que enviarlas para casa con Correos. Las nuevas botas las compré de la marca Chiruca, siendo fiel a una marca española, que siendo sincero creo que es lo único que llevo vestido que no está hecho en China (vergüenza me da decirlo). Lo cierto es que las botas nuevas han tenido un buen desempeño aunque no han sido de mi agrado totalmente por dos razones. La primera es que las Bestard tienen la media suela de EVA, siendo este material excelente para disfrutar de una buena amortiguación cuando se camina con grandes cargas. En el caso de las Chirucas simplemente tienen una suela de un material más blando pero no suficiente. El otro inconveniente, sin ser este muy grande, ha sido que no han sido todo lo anchas que me habrían gustado aunque no puedo decir que sean unas botas estrechas, pero es claro que las Bestard tienen una horma más adecuada a mi pie. A pesar de estos inconvenientes únicamente aplicables a mi condición personal he de decir que las botas estaban bien construidas y han aguantado en perfectas condiciones. Casi se me olvida decir que a la bota del pié izquierdo se le ha ido el tinte completamente en la puntera y no me hago a la idea de cómo esto ha sido posible si no es por un defecto de fabricación o concepción. Aun teniendo en cuenta esto último no puedo tener ninguna queja pues ha sido simplemente un desperfecto estético que nada ha supuesto a nivel de rendimiento. Y ya que estoy hablado de equipación no me puedo olvidar de hacer mención de la nueva y definitiva incorporación de un paraguas de verdad entre mis herramientas acuáticas. En Santiago de Compostela me atreví a enviar el poncho para casa y avanzar valiente bajo las aguas con un gran paraguas que compré en Decathlon. La mala suerte es que me he “comido” todos los temporales posibles de agua y viento, acabando muchas veces por tener que luchar con mi paraguas contra el viento cual Quijote contra molinos, acabando empapado muchas veces. La buena noticia es que he podido probar cómo es peregrinar con paraguas en las condiciones más extremas y he de decir que en cómputo general la experiencia ha sido más que satisfactoria. La gran parte de las veces cuando llueve es de forma suave e intermitente y solo he experimentado verdaderos problemas con ráfagas intensas de lluvia y viento. Además una vez tuvimos la mala suerte de estar en medio de un aguacero descontrolado y he de decir que el paraguas fue infinitamente más efectivo que el poncho.

Portugal me ha sorprendido muy gratamente si hablamos de pueblos y ciudades porque el Camino Portugues se podría decir que es eminentemente urbano. Una de las impresiones más concluyentes que he tenido ha sido que todas las ciudades y pueblos por los que he pasado tienen un aire de familia, pareciéndome a mí muy similares en su espíritu esencial. A mí me da la impresión que en España es más fácil encontrar contrastes más fuertes, si bien es cierto que Portugal es cuatro veces más pequeño que España y eso podría explicar esta sensación. Pero con esto que acabo de decir no se debería inferir, al menos así lo veo yo, que Portugal sea aburrido o monótono pues precisamente esa unidad le da a este país una personalidad muy marcada de la que se deberían sentir orgullosos, Portugal solo hay uno y está en Portugal. Me parece muy interesante observar la bajísima autoestima que los portugueses tienen de su país. No pretendo llevarles la contraria y quizás tengan razón en pensar que lo podrían hacer bastante mejor y que esta no es su mejor versión, pero también pienso que pocos países pueden presumir de una identidad tan definida y evidente como este país. Una de las razones de este sentimiento podría venir de esa tan profunda melancolía de la que hacen gala, no extrañándome lo más mínimo que su estilo musical más famoso sea el Fado, música melancólica por excelencia. Sabrina y yo mil veces hemos hablado de este asunto y hemos podido comprobar que más que estar enfadados, los portugueses generalmente estaban tristes. Sobre las personalidades de los países por los que he pasado podría escribir largo y tendido pero no tengo paciencia para escribir tanto, soy más de hablar. Oporto, Coimbra y Lisboa son extremadamente parecidas en arquitectura y urbanismo pero también lo suficientemente diferentes para que te apetezca conocer las tres para descubrir sus diferencias en los pequeños detalles, se podría decir que son tres formas diferentes pero compatibles de vivir el mundo luso.

Y aquí hemos llegado al final de este corto relato acerca de mis experiencias en Portugal con Sabrina. Si hubiese escrito cada día habría rellenado unos cuantos folios pero como no ha sido así no voy a llenarlos simplemente por la obligación de hacerlo, perdiendo con ello la frescura que se merece una crónica de este tipo. En realidad todavía tengo muchas cosas que procesar de esta peregrinación no tanto a nivel de paisajes o experiencias sensoriales sino en un aspecto más simbólico pues considero que esta peregrinación ha supuesto en mí un definitivo cambio de rumbo en mi vida, no tanto por lo que he vivido sino por el significado oculto que aún estoy tratando de descubrir. Quizás haya llegado el momento de emprender el Camino interior, el Gran Camino hacia mí mismo.

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