Viento en contra
/Crónica /Mapa /Fotografía

Como viene siendo habitual esta ruta también he aprovechado para hacer dos cosas nuevas. La primera ha sido la de realizarla en bicicleta, siendo que no andaba en bicicleta desde hace por lo menos quince años. En realidad nunca había hecho una ruta en bicicleta de verdad, únicamente la había usado esporádicamente en mi pueblo o en la ciudad para dar un paseo, así que perfectamente se podría decir que me he estrenado con esta ruta en el ciclismo de verdad. La segunda novedad es que es la primera vez que salgo de casa para hacer una ruta sabiendo únicamente cuando tengo que volver pero sin la menor idea de a dónde voy. Esto es lo que tiene la bicicleta, que en cierta manera te da la libertad de configurar las rutas un poquito como te viene en gana. El porqué de hacerla en bici ha sido una casualidad. Resulta que hace un mes más o menos después de la vuelta de mi último Camino me planteé que ya bastaba de hacer largas rutas a pié en zonas planas, que para eso estaban las bicicletas. También me di cuenta que, si me ponía a trabajar, poco tiempo iba a tener para gastar largas jornadas caminando para únicamente conseguir salir de mi ciudad, por lo que tendría que buscar un medio de transporte que me llevase más lejos en menos tiempo. Pero creo que la principal razón es que Sabrina indirectamente me animó a probar la bicicleta como nueva forma de viajar puesto que ella tiene una bici y solo me hablaba maravillas. Así que, ni corto ni perezoso, me compré una bicicleta y me zambullí durante un mes en el universo ciclista de larga distancia leyendo, comprando todo aquello que fuese necesario y equipándolo en mi bicicleta con el mayor de los mimos y cuidados. El resultado ha sido una ruta de prácticamente 700 kilómetros que, pese a la corta extensión en el tiempo, ha sido lo suficientemente intensa como para merecerse un lugar de privilegio en esta sección de peregrinaciones. Durante la ruta no escribí nada así que lo que vas a leer es a “titulo postumo”.

Valladolid/Villadiego

28-1/06-07/2023

A las 11 de la mañana con un calor de justicia y la bendición de mi padre salgo de Valladolid con la esperanza de que aquello que me suceda consiga solventarlo sobre la marcha. Cargado hasta los topes con cuatro alforjas y al menos 15 kilos me dispongo a recorrer el Canal de Castilla hasta donde me parezca razonable para después girar a la derecha hacia las tierras de Villadiego. Sobre la mesa está la posibilidad de entrar por el Camino Francés a la altura de Frómista o continuar un poco más al norte y ver por dónde llego a Villadiego. Mi idea era llegar a Villadiego en dos días pero el fuerte viento en contra hace que tenga que hacer dos noches en el camino. El primer día todo se sucede con normalidad y sin altercados llegando a una preciosa ermita donde consigo pasar la noche en un espacio maravilloso, esto pinta bien. Si me has leído anteriormente sabrás que tengo predilección por las pequeñas ermitas perdidas en medio de la nada por ser lugares muy especiales donde sospecho que siempre ha habido algún tipo de construcción o al menos se ha tratado de un lugar con características funcionales especiales o simplemente con unas características defensivas evidentes. Estas ermitas las busco en los mapas topográficos del Instituto Geográfico Nacional y después compruebo su viabilidad para dormir a través de Google Maps o de fotografías en internet. Puedo asegurar que no existen mejores lugares para pasar la noche e incluso alguna de ellas me sorprende con una pequeña fuente de agua fresca; no siendo extraño pues no son pocas las ermitas que en un pasado no muy lejano albergaban un eremita. Como entenderás no me gusta decir dónde están estas ermitas por respeto a las gentes del lugar y, lo que es más importante, no regalar mi esfuerzo a los aventureros aprovechados, que como buitres van aprovechando el esfuerzo de los demás. Se despide el día con mi sopa de lentejas y un buen cazo de avena con chocolate… una noche de 10.

El día siguiente me levanto relativamente temprano y me decido a intentar llegar a Villadiego. Esta hazaña que la veía posible se trunca completamente cuando a media tarde en pleno Camino Francés y con un calor de justicia sale un suave viento de norte que me impide avanzar con soltura. Son las seis de la tarde, no me queda casi agua y estoy absolutamente destrozado de un esfuerzo en bicicleta que es nuevo para mí. Como un perro malherido busco cobijo en una pequeña alborada que se encuentra en medio del camino… ¿Podría acampar aquí? Tengo agua y comida ¿Estoy suficientemente oculto? ¡¡Por supuesto que sí!! ¡¡Pues adelante!! A pesar de no tener suficiente agua para pasar la noche a cuerpo de rey me conformo con lo que tengo con la tranquilidad de saber que estoy cuidando de mi salud no avanzando más en estas condiciones pues las posibilidades de acampada como a mí me gusta (completamente oculto) se van a ver reducidas en los siguientes kilómetros. Este atardecer me sorprenden varias garrapatas a la puerta de la tienda de campaña. Es curioso el hecho de haber matado a tres garrapatas que sucesivamente se han apostado exactamente en el mismo lugar en la puerta de la entrada a mi tienda ¿qué habría allí que tanto las ha atraído? Las garrapatas siempre me dan cierto respeto pero confío que he sido lo suficientemente precavido para no dejar entrar ninguna dentro de la tienda de campaña. Esta noche me duele todo el cuerpo y hasta el alma. Las piernas las tengo tan cargadas que parecen rocas y en general siento un cansancio brutal. Obviamente estoy pagando la adaptación a una nueva actividad deportiva desconocida por mi cuerpo hasta ahora.

La bicicleta me ha respondido bien y no he tenido ningún percance. Bueno sí…. El único percance ha sido doble pero conectado por esos sutiles hilos que a veces teje e destino; hay quien lo llama Karma. Resulta que cuando pasé por un albergue de peregrinos me dispuse a hacer un pequeño descanso dentro del albergue donde amablemente me invitaron. El caso es que uno de los Hospitaleros me preguntó de dónde era, cuando le respondí que de Valladolid le faltó tiempo para decir que “Nadie es perfecto”. Teniendo en cuenta el profundo odio que algunos castellanoleoneses profesan a Valladolid (y que bien es sabido por todos) no resulta de recibo recibir una respuesta así si lo que pretendes es ser agradable; pero él, sabiendo cómo funcionan las reglas de la cortesía, me espeta un “¡Pero sin acritud!”. Yo, destrozado del camino y con pocas ganas de bromas me dieron ganas de decirle “¡Váyase usted a la mierda! Pero sin acritud” aunque lo que hice, por el bien mío, es dejar ese lugar tal cual como había llegado, es decir, en silencio (Hay batallas que es mejor perderlas). Lo gracioso de este asunto es que una hora después, haciendo un descanso en la parte más alta de una cuesta donde muchos peregrinos se paran para contemplar el paisaje y descansar del esfuerzo, veo que se acerca un peregrino francés completamente borracho en lo que parecía ser su show particular. Pues ni corto ni perezoso después de preguntarme que de dónde era y responderle yo que de Valladolid me espeta un “¡Nadie es perfecto!”. Y como no hay nada sin una razón yo me quedo pensando en la infinitud del universo y los designios divinos. En esto que uno de sus sufridos amigos me comunica de forma espontánea dónde piensan ir a dormir esa noche y voilá… resulta que es el mismo albergue del Hospitalero que me había provocado “sin acritud”. Y yo, en mi santa inocencia, me regodeo de esta maravillosa conjunción de los astros que han decidido que el Hospitalero iluminado y el peregrino regado se encuentren esta noche en lo que con seguridad será una velada de lo más tranquila y enriquecedora. Qué no me digan a mí que el destino no es implacable en su infinito conocimiento y perfección.

Villadiego/Villarcayo

5-9/07/2023

Villadiego es un pequeño pueblo que tiene la función de servir de población céntrica de una extensa área donde abundan las pequeñas poblaciones. Al norte de este pueblo se encuentra una zona llamada Las Loras que consiste en un espacio geológico con unas peculiaridades muy particulares que yo no soy capaz de describir desde un punto geológico pero si desde el estético. Podríamos decir que se trata de un conjunto de páramos y valles que conforman una peculiar orografía donde se suceden cortados de roca, pequeños valles y paramos a considerable altitud. En la Alta Edad Media estas tierras tuvieron un papel importante en la configuración del Condado de Castilla pues su propia orografía las hacía muy fáciles de defender de las incursiones musulmanas y, a su vez permitían un control del ganado haciendo uso de sus numerosas peñas. Por alguna extraña razón esta zona tiene un encanto especial que podríamos calificar de mágico. Las Loras, no siendo una región extremadamente extensa, conforma la zona de paso entre la Meseta castellana y las montañas de Cantabria. A su vez también encontramos al rio Ebro y al Rudrón recorriendo esta región y a través de su curso unos profundos cañones llenos de vegetación que contrastan con la severidad de sus parameras. Pues bien, viendo que había una ruta en bicicleta me aventuré a seguirla con la intención de recorrer todas estas pequeñas montañas hasta que la evidencia me hizo rendirme ante la dificultad del terreno. Fue tal la dificultad que me percaté de que esto del cicloturismo es fundamentalmente incompatible con las montañas y con las orejas gachas decidí que nunca más iba a intentar nada semejante. Gracias a Dios la primera noche conseguí dormir a las puertas de la iglesia de un pequeño pueblo con las maravillosas vistas de una de sus peñas. Los vecinos fueron muy amables y hasta unos niños se pasaron al atardecer ofreciéndome ayuda por si necesitaba algo ¡qué simpáticos!.

Ese día disfruté como un enano, sufrí a partes iguales y me prometí no volver a cometer el mismo error. Se me ha olvidado decir que ya tuve que reparar un pinchazo y que nada más reseñable me sucedió con la bicicleta hasta ahora. Dormir en un pueblo tiene sus ventajas y sus desventajas. La ventaja es que no te va a faltar de nada si lo necesitas y que además tienes una buena charla garantizada. La desventaja esa noche es que me convertí en el entretenimiento de todos los perros del pueblo. A media noche me desperté con la sensación de que alguien rondaba mi tienda y bueno fue el susto cuando al asomarme vi a un perro mirando fijamente a mi tienda como haciendo guardia. Me es francamente difícil explicar exactamente qué sucedió esa noche con los perros pues no acabé por comprender muy bien por qué se acercaron dos de ellos a mi tienda con total confianza y se apostaron cerca de mi tienda ladrando hacia otro lado y haciendo guardia, no entiendo bien qué estaban comunicando pero lo que tengo claro es que no pretendían hacerme daño (aunque yo estuve un poco asustado por momentos). La vida de los perros por la noche es todo un misterio para los humanos. Mi conclusión es que los perros guardianes del pueblo estaban avisando a los otros que un humano estaba allí en el pueblo de una manera extraña y que no tenían que tener ninguna preocupación porque estaba todo controlado. Una experiencia bonita y asustadora a partes iguales.

El día siguiente ya cambié de planes totalmente y decidí subir dirección a Cantabria evitando las Loras por sus montañitas infernales encadenadas así que puse mi vista sobre el mapa y elegí un eremitorio rupestre para ir a dormir. La jornada fue larga y esforzada pero la partí en dos haciendo un largo descanso de varias horas en un motel de carretera donde compartí almuerzo con camioneros que se duchaban allí y con una graciosa y saludable mujer de 80 años que me dio buena conversación. Era sorprendente observar la agilidad y lozanía de esta mujer que a sus 80 años tenía una claridad mental y alegría envidiable incluso para gente con la mitad de años que ella. Me hizo mucha gracia que ella también comiese ajo crudo todos los días igual que yo y que, al verme comiendo una morcilla “cruda” no se sorprendiese en absoluto como así les sucedió a las otras gentes del bar que me vieron. Esta señora me dijo que ella hablaba con todos pero que no se casaba con nadie, que hay que andar con todos pero no estar con nadie. Yo estas pequeñas perlas de gente mayor que veo con cierta lucidez las guardo en la recamara de mi mente para cuando me puedan ser útiles.

Acabada la sobremesa y con el sol ya bajando salí pitando con la bicicleta hacia mi lugar de acampada. Primero pensé que podría ir a una ermita encaramada en una peña pero cuando llegué allí me dio “yuyu” acampar no fuese que me despeñase en medio de la noche. Este lugar era el Castillo de Gama; por cierto, uno de los lugares más impresionantes y bonitos en los que haya estado jamás. Como este lugar falló me fui directo a buscar el tal eremitorio rupestre que me sorprendió con unos humedales y un ejercito de mosquitos que me quitaron las ganas de poner allí la tienda. Finalmente y ya con la puesta de sol amenazando encontré una pequeña iglesia junto a un pueblo que me sirvió de posada nocturna con una atmósfera de tranquilidad que ya la quisiesen la mayoría de hoteles de cinco estrellas.

Es sorprendente lo fácil y cerca que tenemos lugares maravillosos para hacer pequeñas aventuras que superan por mucho cualquier experiencia que la sociedad y sus entretenimientos te puedan ofrecer. La única pega de este planteamiento es lo difícil que es encontrar con quien compartir estas experiencias. A casi cualquiera que le digas que te vas a acampar al medio del monte y alejado de todos y todo te diría que si te has vuelto loco. Aún los que van a acampar en ruta la mayoría de las veces acaban acampando en los parques públicos de los pueblos. Yo no es que me considere especialmente valiente pero, por lo que veo, la gran parte de la población es bastante más miedosa que yo. Otra de las razones de por qué soy capaz de hacer esto es porque la soledad es para mí un estado natural. Esto último es algo que me ha sobrevenido a mi vida sin haberlo buscado y que ha sido fruto de mi devenir; no me siento especialmente orgulloso de ser capaz de vivir en soledad aunque reconozco que tiene sus ventajas en casos como este.

El día siguiente se presentaba con bastante esperanza puesto que iba a adentrarme en el Valle de Valderredible donde se encuentra una de las mayores concentraciones de eremitorios rupestres de toda España. Todo esto suena genial pero la verdad es que al final solo vi uno y el resto del día lo dediqué a bajar por una carretera interminable hasta el camping que se situaba en la otra parte del valle. Bueno… he sido muy rápido despachando el día. Lo cierto es que para entrar en el valle hice una bajada en bicicleta que me encantó por la rudeza y vegetación que había. La otra experiencia bonita del día fue encontrarme a un señor en bicicleta que me acompañó a visitar una preciosa iglesia románica en un pueblecito perdido de la mano de Dios donde conocí a tres preciosas chicas que parecían haber sido enviadas a ese lugar por una providencia divina. Me sucede muchos días que llegado al final de la ruta acabo no solo cansado sino con un estrés considerable por el esfuerzo realizado, gracias a Dios ese estado se difumina cuando el día siguiente me levanto completamente descansado en mi tienda de campaña. Creo que este estado de estrés es debido a hacer estas aventuras en solitario.

El día siguiente fue uno de esos días redondos que compensan todo el esfuerzo invertido en el conjunto de la ruta. El Cañon del Ebro en esta zona es una absoluta delicia. Se trata de un corredor de decenas de kilómetros donde el Ebro discurre encajonado entre dos altas cumbres, lleno de vegetación y con un precioso pequeño senderito que te acompaña siempre con el alegre sonido del agua. A mitad de la etapa de ese día visité el famoso pueblo de Orbaneja del Castillo. Este pueblo es precioso, no cabe ninguna duda, pero también hay que decir que se trata de un pueblo de esos de postal que más bien parece que estén muertos. Yo los llamo pueblos zombi porque parece que están vivos pero en realidad están muertos. Hay otros pueblos que directamente están muertos porque no vive nadie pero estos pueblos zombie son difícil de detectar porque si vas como turista siempre los ves llenos de gente hasta que te percatas que únicamente son un decorado. Tuve la suerte de encontrarme unos amigos comiendo a la puerta de lo que parecía ser la única casa no turistizada de todo el pueblo; esa casa me pareció la única parte viva del pueblo. Esa noche me fui a dormir a las puertas de una ermita junto a un edificio aledaño que contaba con una pequeña fuente de agua potable (o eso me pareció a mí). Esa noche decidí dormir al raso porque quería empaparme de las buenas energías que allí sentí y porque al anochecer me dio la sensación que no me iban a acribillar los mosquitos. Dormir al raso tiene sus ventajas a nivel logístico. Parece que es lo mismo poner la tienda que dormir al raso pero en realidad, y no sé muy bien por qué, durmiendo al raso no requieres de mucha parafernalia aunque al final acabes usando lo mismo.

El día siguiente continué a través de el cañón del Ebro hasta llegar a un pequeño pueblo desde el que comencé la ascensión por un estrecho camino de cabras que parecía suspendido en un barranco. Recuerdo que aquel señor que conocí el día anterior me habló que había una parte del recorrido que iba a hacer en el que me acordaría de sus palabras y finalmente ese lugar se presentó ante mis ojos. Esta subida ya sería exigente con la mochila a cuestas y ni falta hace decir hasta qué punto era completamente inviable en bicicleta. Cuando digo en bicicleta no me refiero a subir montado en ella sino a que era prácticamente inviable subir arrastrándola. Me las vi y me las deseé para conseguir empujar la bicicleta y todo su peso, arrastrándola muchas veces a través de este camino de cabras en el que por momentos pensé que me podía despeñar yo con la bici. Cuando pensé que el riesgo ya había pasado me encontré con que la senda que tenía que seguir hasta salir del Ebro estaba llena de vegetación hasta arriba; hasta tal punto que ni siquiera podía ver el suelo sobre el que tenía que circular. Esta situación más allá de amedrentarme me pareció extremadamente interesante jajajaja Un señor que me encontré antes de esta senda me avisó que había perros suelos y que debería tener cuidado con ellos… gracias a Dios ninguno se me apareció y pude aventurarme en esa selva con diversión. Por lo demás, la llegada a Villarcayo fue de completa normalidad y me fui a dormir al camping de la ciudad sin mayores contratiempos. Se me olvidó decir que en este último día pinché dos veces pero por suerte no rompí nada de la bicicleta a pesar de la brutalidad de algunos tramos.

Villarcayo/Burgos

10-12/07/2023

Se suponía que este tramo iba a ser “coser y cantar” puesto que iba a hacer uso de la Via Verde del antiguo ferrocarril Santander-Mediterraneo pero me encontré sorpresas nada agradables en su parte inicial desde Villarcayo hasta Oña. Esa primera mañana salí de Villarcayo en dirección a Medina de Pomar para ir a buscar un nuevo cargador solar porque el que tenía no me permitía cargar la batería externa que tenía. Lo había pedido en Amazon para recogerlo en los Correos de Medina y cuando llegué a recogerlo me dijeron que no estaba allí porque había habido mucho lío con el tema de los votos por correo de las elecciones ¡Qué desastre! Así que lo volví a pedir para recogerlo en Burgos y con estas me fui a tomar un café.

Qué sorpresa la mía que cuando llegué a la plaza del pueblo me encontré a un señor que venía con una bicicleta cargada hasta los topes con las alforjas exactamente igual que yo pero bastante más cargado y con una bicicleta eléctrica enorme. Este señor era un hispano-holandés viajero empedernido que llevaba varios meses en ruta y gustosamente nos fuimos a tomar un café juntos para hablar de nuestras hazañas aventureras. La verdad es que pasé un muy buen momento con él a pesar de no parecerme trigo limpio del todo. Me contó que había sido militar y después pasó a relatarme todas sus grandes hazañas pormenorizadamente. La conversación fue agradable pero sentí que se me quería subir a las barbas. Esta sospecha se confirmó cuando los días siguientes no hacía más que enviarme mensajes. Es curioso pero a veces aquellos que alardean de independencia a veces son los más dependientes necesitando quien les haga de coro, por supuesto que rápidamente corté con esa comunicación por WhatsApp sin sentido con alguien que solo había coincidido en un café en un pueblo. Aún así me alegro de haber pasado esos momentos de risas con este señor.

Una vez acabada la velada me dispuse a continuar mi aventura por la Via Verde con la mala suerte que muchos de los puentes por donde pasaba se encontraban en obras por lo que tuve que dar varios rodeos que por suerte no fueron demasiado grandes. El Gran Problema llegó cuando me percaté que el paso más importante a través de las montañas de los Montes Obarenes estaba cortado porque uno de sus puentes estaba en obras ¡Qué desgracia! Tuve que ir por la carretera nacional por zonas de montaña con un calor de justicia y una visibilidad bajísima debido a las curvas. Antes de comenzar esta ruta en Valladolid me prometí que no iba a ir por carretera y que no iba a hacer brutalidades y aquí me veía finalmente yo: En la peor hora del día con un calor insufrible recorriendo una nacional haciendo uso de un arcén prácticamente inexistente, con poca agua y al borde del colapso por el calor.

Después de todas las aventuras que ya he hecho he ganado cierta experiencia que me da una gran tranquilidad en los momentos de máxima tensión sabiendo que si estoy tranquilo todo saldrá bien. Curiosamente fue en estos Montes Obarenes cuando hace tres años tuve mi primera experiencia de estrés ansioso aventurero cuando subiendo una montaña se me aceleró el corazón de una manera completamente imprevista y tuve que aprender cuan importante es la cabeza para controlar situaciones complicadas cuando caminas solo en medio de la nada. Al final conseguí llegar sano y salvo a Oña para hacer un descanso de dos horas en un bar de mala muerte con gentes del pueblo y algún que otro alcohólico. El resto del día hasta llegar al pueblo donde me iba a quedar fue de máxima dulzura viendo el sol caer y las temperaturas bajar progresivamente. Qué maravilla de paisajes y qué agrestes. La gran suerte de España es lo agreste y solitaria que puede llegar a ser en estos asuntos de la aventura. Todavía te puedes encontrar muchas zonas donde sientes que estás solo con la naturaleza sin nadie que te observe más allá de los animales y las plantas.

Un día de descanso me vino muy bien para recargar pilas y asegurarme que la bicicleta estaba en condiciones. Cómo no… aproveché para apretar bien todos los tornillos de la bici y reparar dos pinchazos que al final solucioné cambiando la cámara de la bici por una que me había regalado el señor de Medina de Pomar. El día siguiente comí tanto y tan ansiosamente que tuve que vomitar por la noche jajajaja El día siguiente me dirigí contento y feliz hacia Burgos no sin antes pasarme por Vivar del Cid a recoger mi credencial del Camino del Cid que iba a seguir hasta Santo Domingo de Silos para después coger el cauce del Esgueva hacia Valladolid. El Camino del Cid es una ruta basada en los lugares históricos donde pasó el Cid y aquellas localizaciones que aparecen en el Cantar del Cid, que aún siendo referencias literarias no dejan de ser historia. Antes de llegar a Burgos también hice una parada de rigor en Sotopalacios para comerme una morcilla y una Coca Cola para estar lleno de energía porque el día prometía ser largo; iba a quedar con mi hermana en Burgos y tenía planeado acampar fuera de Burgos y cerca del Monasterio de San Pedro de Cardeña. Hacer rutas en bicicleta te da una libertad enorme para acercarte donde quieras pero también te limita enormemente a la hora de descansar en poblaciones o buscar alojamiento por el simple hecho de que tienes que estar preocupado por la bicicleta que no pude dormir contigo a tus pies. Mi bicicleta con todos los accesorios me ha costado una pasta y no me gusta dejarla lejos de mí por mucho tiempo a pesar de que pueda estar candada. Sin ir más lejos el señor hispano-holandés me contó que le robaron toda la ropa de invierno que llevaba en las alforjas cuando hizo un descanso para entrar en un supermercado… sin comentarios. Este tipo de cuestiones es difícil que sucedan cuando llevas una mochila puesto que siempre está a tus espaldas.

Después de pasar el día con mi hermana en Burgos partí casi al amanecer hacia San Pedro de Cardeña para acampar en las inmediaciones entre los matorrales. Buscar lugar de acampada cuando está atardeciendo siempre es un poco estresante porque no sabes si vas a encontrar el lugar ideal al mismo tiempo que ves cómo se va poniendo el sol y el tiempo se acaba. Lo ideal es acampar con luz para poder cenar tranquilamente y descansar un poquito antes de irse a dormir, pero las cosas no siempre son perfectas, como es obvio.

Burgos/Nacimiento Esgueva

13-14/07/2023

Desde Burgos hasta Santo Domingo de Silos procuré más o menos seguir la ruta del Destierro del Camino del Cid. Digo más o menos porque aunque la idea fuese esa algunas veces usé un Camino de Santiago. Lo que más me sorprendió de este tramo es cómo cambió la referencia histórica de los pueblos según descendía desde Burgos. Hay que tener en cuenta que partí desde el Alto Ebro en lo que es considerado los orígenes del Condado de Castilla y donde no está clara la fecha de fundación de sus poblaciones ni mucho menos su sentido histórico. Tampoco se sabe muy bien cuando y cual era exactamente la función de los eremitorios rupestres del valle de Valderredible.

Por el contrario a medida que iba bajando en la provincia de Burgos los carteles que estaban en la entrada de los pueblos dejaban muy claro cuando y por qué fue fundado cada pueblo. Muchos de estos pueblos habían sido pueblos de frontera en los primeros años de la reconquista y muchas veces estaban relacionados con algún infante del naciente Reino de Castilla. La verdad es que bien pensado se podría decir que esta ruta norte-sur en Burgos daría para mucho más si la hubiese hecho con un libro de la Historia Medieval de Castilla. En realidad esta era mi intención pero el esfuerzo diario no me daba para mucho más; únicamente me dio tiempo para leer un poco sobre eremitorios rupestres y su relación con San Millán de la Cogolla en la escasa hora que tenía diariamente antes de irme a dormir. Respecto al paisaje no tengo mucho más que reseñar; era pleno verano y el calor y severidad del medio era suficientemente intenso como para no disfrutar mucho. Únicamente haré dos apuntes.

El primero es que me volví a encontrar con los detestables molinos generadores de electricidad que jalonaban cada páramo; tiene que ser una desgracia que los pongan al lado de tu pueblo -según leí, Burgos es junto a Huesca las provincias más ventosas de España- y el segundo apunte es que ciertos lugares me recordaron a las parameras del norte de Burgos y me dio por pensar que los antiguos repobladores medievales quizás pensasen lo mismo que yo.

La sierra de la Demanda la tenía por testigo cada día a mi izquierda, sabiendo que San Millán se encontraba justamente al otro lado de esa gran sierra. Tengo una cuenta pendiente con ese conjunto de montañas pues intuyo que también allí hay muchos lugares mágicos. La primera noche dormí en el soportal de una antigua iglesia mozárabe con evidentes arcos de herradura haciendo de soportal. Este tipo de arquitectura no está del todo bien estudiado según tengo entendido y muchas de ellas se las confunde con visigodas precisamente por esos arcos de herradura que en realidad parecen tener su inspiración en la Mezquita de Cordoba. En ese atardecer fui acompañado por un vecino del pueblo de al lado que vino a visitarme al saber que iba a acampar allí. La verdad es que me hizo ilusión poder chalar con este vecino sobre asuntos de la naturaleza.

El día siguiente por la mañana me esperaba una pequeña etapa hasta Santo Domingo de Silos para visitar el monasterio donde oí cantar a los famosos monjes. No puedo olvidarme de recordar la amabilidad de una pareja que conocí por la mañana cuando estaba recogiendo la tienda de campaña y que me ofrecieron su casa para darme una ducha en Santo Domingo de Silos. Detalles como este son extremadamente valiosos y me parece sorprendente que unos señores accedan a ofrecerme entrar en su casa. No sabría decir por qué sucedió eso pero sospecho que ellos sean especialmente amables y que yo también sea especialmente confiable en mi apariencia a pesar de haber pasado las últimas noches sin ducharme y con un aspecto desaliñado. Lo que si tengo absolutamente claro es que estas cosas ya no pasan en el Camino Francés ni en los Caminos más masificados de España, Francia, Portugal o Italia; es la ventaja de ir por libre a la aventura, te encuentras muestras genuinas de amabilidad.

Después de visitar el monasterio tuve que estar otras dos horas esperando a que el sol bajara un poco porque bien sabía que la subida que me esperaba era de escándalo. Lo que hice es acercarme lo más que pude al desfiladero de la Yecla y encontré un pequeño pueblo en el que esperé otra hora hasta que pude verificar que durante toda la subida por carretera iba a tener sombra. Es curioso como aunque algo sea difícil siempre hay una manera de hacerlo con tranquilidad y poco a poco; la rapidez muchas veces es enemiga de lo bueno. Creo que tardé una hora de pedaleo continuo a velocidad de tortuga para superar la subida del desfiladero de la Yecla para una vez allí continuar el ascenso por una pista llena de gravilla que me obligó a tirar de la bicicleta.

A estas alturas ya estaba más que contento y satisfecho porque me acercaba al nacimiento del rio Esgueva. Una vez visto más o menos el nacimiento busqué un lugar oculto para prevenir que ningún guardia forestal me pudiese ver por los alrededores aunque, para ser sincero, tampoco me preocupé mucho porque observé que había varias tierras al lado de donde me encontraba que estaban siendo cultivadas con cereal; esto significaba que el lugar no estaba bajo una protección ecológica muy restrictiva y que si alguien me viese las consecuencias no iba a ser muy severas. No estoy seguro a qué altitud estaba acampando pero supongo que a unos 1300 metros. Esta altitud es suficiente para comenzar a observar algo diferente en la atmósfera. Recuerdo cuando estuve en los Pirineos cómo a altitudes de 2000 metros sobre el nivel del mar ya podía sentir que el aire, la vegetación y la luz tenían algo diferente… no sabría explicarlo mejor pero tengo la certeza de que esa tarde en la Peña Cervera sentí algo similar pero a menor escala.

Nacimiento Esgueva/Valladolid

15-16/07/2023

Desde el nacimiento del Esgueva me disponía a simplemente seguir el valle hasta encontrar a la ciudad de Valladolid en mi camino. Me separaban unos 160 kilometros de mi destino que obviamente no podía realizar en un día, así que tenía que planificar dónde me quedaría a dormir. Lo cierto es que si hubiese podido habría hecho los 160 kms de una sentada porque ya estaba bastante cansado después de toda la aventura que tenía a mis espaldas, pero fiel a mi cabezonería tenía que hacer todo ese recorrido de la misma manera que lo había comenzado.

Tuve la grandísima suerte de encontrarme a otra amable familia en un pueblo por el que pasé que me permitió dejar a cargar la batería y el móvil en su casa porque ese día el sol no era suficientemente fuerte como para cargar la batería de manera eficiente. Otra vez tuve la amabilidad de la gente de mi lado, no puedo agradecer lo suficiente esas muestras de apoyo. También aproveché en ese pueblo para comprar una torta de pan al panadero que me sirvió de almuerzo con un poco de chorizo y ajo que tenía en mis alforjas. Del resto del día no recuerdo mucho más a excepción de haber pasado por Torresandino, donde estaban celebrando las fiestas del pueblo y aproveché para comprarme un churro de chocolate enorme relleno de crema… ¡Qué delicia! Jajajaja La verdad es que me encantan los bollos, muy por encima de cualquier cosa salada y me lo comí sin bajarme de la bicicleta con todas las ansias que pude.

Esa noche tenía varios lugares candidatos para ir a dormir pero al final me quedé en las ruinas de un antiguo monasterio. Por lo visto este monasterio había tenido una relevancia especial en la Edad Media y ahora simplemente estaba en ruinas. Desde las ruinas podía divisar el Valle del Esgueva en toda su amplitud y belleza. Lo cierto es que quedé muy sorprendido con este valle y ahora no me extraña nada la fama que tiene. Obviamente no es comparable con los grandes valles que he recorrido en mi vida pero también puedo asegurar que tiene un encanto especial ahí encajonado en medio de la Meseta y con una fertilidad evidente propiciada por el curso del rio Esgueva. No me extraña lo más mínimo que allí hubiese un monasterio con una cierta importancia.

Esa misma noche antes de irme a dormir tuve una experiencia mágica que me impresionó. Resulta que en todos estos viajes que he hecho estos últimos años ha habido momentos que algún animal o pájaro ha pasado por delante de mí o por alguna razón ha hecho que pusiese mi atención en él. Esta noche mientras estaba mirando el móvil en la ladera desnuda del monasterio abandonado de repente me sorprendí por una sombra enorme que se me acercaba por la derecha. Instintivamente me protegí la cara por si esa cosa negra me golpeaba y cual fue mi sorpresa cuando veo que esa cosa en realidad era un búho que se posaría en un muro derruido a escasos dos metros de mí. Allí se quedó este enigmático pájaro al menos durante un minuto eterno que me permitió disfrutar de su belleza observando detenidamente cómo miraba para todos los lados y emitía unos ruidos muy curiosos.

Para ser sincero yo considero estos sucesos tan evidentes con pájaros como una señal del destino que me quiere señalar algo. Rápidamente, en cuanto el búho se había ido, fui a internet para buscar el significado del búho (que no una lechuza) en las culturas pasadas y encontré que este animal ha estado asociado desde siempre con la comunicación con los muertos y con la sabiduría intuitiva. Bien es cierto que en ese lugar hubo mucha gente viviendo y que la carga espiritual del lugar bien se merecía un puesto de honor en la escala de lugares cargados de poder. También tuve la ocasión de leer que los búhos no ven muy bien y, junto al hecho de que este lugar estaba lleno de pájaros, probablemente explicase el por qué el búho se acerco con tanta confianza a ese lugar a esa hora; probablemente lo hiciese así todos los días y hasta él mismo se viese sorprendido a partes iguales por mi presencia. Aún así y encontrando una explicación “racional”, este hecho no invalida que pudiese haber un significado oculto a la “casualidad” que viví en ese momento.

Del día siguiente poco puedo decir, pues únicamente recorrí los 80 kilometros que había hasta Valladolid lo más rápido que pude con ganas de llegar a casa y descansar de esta tan intensa pero corta aventura. El balance general de esta ruta que hice en bicicleta ha sido muy positivo. Él único incidente reseñable con la bicicleta ha sido haber pinchado varias veces y haber tenido que apretar los tornillos de la bicicleta con bastante frecuencia. Una vez he llegado a casa, revisado y limpiado la bici he podido verificar que después de casi 700 kilometros no hay absolutamente ningún desperfecto y la bicicleta parece que esté nueva. A partir de ahora cualquier ruta sobre llano que haga en un futuro la haré con la bicicleta y el caminar lo dejaré para ir a la montaña. ¡Larga vida a la bicicleta!

Viento en contra

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